viernes, 15 de noviembre de 2013

Las diferentes genealogías de Jesús

LAS DIFERENTES GENEALOGIAS DE JESÚS

¿CONFIRMAN O NIEGAN SU MESIANIDAD?



La aparición de dos genealogías de Jesús completamente distintas en los evangelios ha sido, y sigue siendo, tema de discusión y polémica.  Las supuestas  contradicciones entre ambas han  servido  a muchos ateos como argumento para declarar  la falsedad de los evangelios y por ende alegar al cristianismo como invención.  Dichos ateos afirman que las discrepancias halladas  en el Nuevo Testamento, y cometidas por los evangelistas, corroboran un  burdo montaje alrededor de la figura de Jesús. 

La primera aparente  incongruencia se encuentra en los dos árboles genealógicos de Jesús. Sólo dos de los evangelistas, Mateo y Lucas, narran su genealogía (Mt 1, 1-17, Lc 3  23+). En las dos aparece el nombre de José  pero  en cambio coinciden muy pocos nombres entre dichas listas.   

No es de extrañar por  tanto que, tras una  primera ojeada grosso modo, surjan dudas y preguntas: Si las dos pertenecen a José ¿Por qué son tan distintas?  ¿Acaso cada evangelista se  inventó una diferente? ¿Demostraría esto que el cristianismo fue  producto de la imaginación de algunos de sus seguidores?

Lo cierto es que mientras más se profundizan en ellas, más apasionante se vuelve su estudio  y más cautiva a quien lo hace.   En las genealogías no sólo existen una serie de nombres; en su estructura también  se esconden símbolos numéricos y religiosos. Ése es otro tema.


RAMA MATERNA Y PATERNA
Aunque en las dos genealogías aparece el nombre de José, padre legal de Jesús,  todo parece indicar que la genealogía de Mateo hace referencia a la rama paterna, es decir José; y la de Lucas a la materna: María.  Motivo por el que obviamente  las dos son diferentes.

Si bien queda claro que la de Mateo pertenece a José, pues lo dice explícitamente: “Jacob engendró a José” (Mt 1, 16), la de Lucas parece ser más compleja porque  aunque aparezca su nombre, siguiendo la ley judaica de incluir sólo a los varones y excluir a las mujeres, la genealogía parece pertenecer a la de María.
Lucas afirma en su prólogo que “había  verificado todos los datos que les habían trasmitido los testigos oculares y servidores de la Palabra”.  Unos testigos que tuvieron que encontrarse muy allegados a María o en la que se podría incluir ella misma. No hay que olvidar que el evangelio de Lucas es el más marianista de todos.  Por otro lado, Lucas, debía conocer perfectamente el evangelio de Mateo ¿Por qué hacer una genealogía distinta?

Según la tradición, y según se cuenta en el   Protoevangelio de Santiago,  Joaquín era el padre de  María. El nombre de Joaquín es una variante de Eliacim o en su abreviatura Eli o Helí.

El hecho de que José aparezca como “hijo de Helí” (Lc 3, 23-24)  se justifica de manera simple.  En las genealogías judías las mujeres eran excluidas, al carecer de valor,   contando tan sólo con los nombres de los varones. En el caso de aparecer el nombre de una mujer, éste siempre debía de ir  acompañado del nombre del marido.  En esta ocasión, el evangelista sigue la primera opción nombrando  solamente a  José, pero enmarcándolo de la siguiente forma: “Tenía Jesús, al comenzar, unos treinta años. Se creía que era hijo de José, hijo de Helí” (Lc 3 23-24).

Ante esta afirmación, nos encontramos con dos hechos:

- En aquella momentos, debido al limitado vocabulario, no existía ninguna palabra para designar al yerno u otros lazos familiares por lo que  eran todos englobados bajo el término “pariente”.

- El evangelista no afirma que Jesús fuera hijo de José, sino que escribe: “Se creía que era hijo de José”.
Otro punto indicativo es  que aunque ambas ramas muestren la descendencia del Rey David, Mateo lo hace de forma descendiente siguiendo el linaje Real de Salomón  hasta llegar a José; y  Lucas lo hace de manera ascendiente siguiendo la línea de sangre desde Jesús a Natán, hijo también del Rey David y hermano de Salomón. Es obvio que sería muy difícil que  si una genealogía   desciende desde Salomón y la  otra desde Natán, las dos pertenecieran  a José.


IMPORTANCIA DE  CONOCER AMBAS RAMAS: JESÚS ES EL VERDADERO MESIAS

Para entender el verdadero significado de las genealogías de Jesús hay que tener en cuenta la cultura y las creencias del pueblo judío. Para ellos, el Mesías esperado debía cumplir dos requisitos indispensables: Ser verdadero israelita y ser descendiente de David. Y es en este contexto por el que debemos empezar para  poder  entenderlas.

Las dos genealogías son absolutamente complementarias y necesarias pues la una a la otra refuerza a Jesús como Mesías.

Dichas genealogías no pretenden ser históricas sino teológicas. Quieren mostrar de dónde viene Jesús y hacia quien va dirigido su mensaje. Este es el motivo por el que existen saltos intencionados entre generaciones ya que a través de ellos, sobre todo Mateo, cuadra los diferentes grupos en series numéricas concretas para darles un valor simbólico.

La Genealogía narrada por Mateo está dirigida a judíos, por lo que  el evangelista se ve obligado a acudir al Antiguo Testamento para demostrarles que las profecías citadas en él señalaban  a Jesús como  el Mesías esperado.  El mesías debía descender del Rey  David y por tanto tener linaje real.   Es por ello que Mateo narra la genealogía de José para demostrar que legalmente Jesús puede ser heredero al trono.  Sin embargo ¿Afectaría a Jesús no llevar  “sangre Real”?

La genealogía contada por Lucas es distinta. Lo hace de forma ascendente siguiendo la línea de sangre, narrando en cada caso el padre del anterior, llegando también a David.


JESUS, HIJO LEGÍTIMO
¿Cómo sabemos que Jesús era hijo legal y no biológico de José?  Para contestar a esta pregunta, debemos acudir a la fuente principal: La genealogía facilitada por Mateo.   Durante toda la genealogía el evangelista utiliza  la fórmula “engendró a” para designar  a padres e hijos biológicos. Obviamente  solo un padre biológico puede engendrar  un  hijo  natural, nunca un hijo “adoptivo”. 



 Al llegar a Jesús, está fórmula  se rompe, expresándose así el autor: “Y Jacob engendró a José, el esposo de María, de la que nació Jesús, llamado Cristo”  (Mt 1 16-17).  De esta ruptura  en la  fórmula  se deduce la intención de Mateo de reflejar que José no engendró a Jesús  y que por consiguiente   no era su padre biológico  aunque sí legal.

 Ahora bien ¿Podría haber sido engendrado por otro hombre?  Para despejar esa duda,  Mateo recalca la paternidad legal de José y explica la  verdadera naturaleza  de Jesús en los renglones siguientes: “El origen de Jesucristo fue de la siguiente manera. Su madre, María, estaba desposada con José; pero, antes de empezar a estar juntos, se encontró encinta por obra del Espíritu Santo” (Mt 1 18-19).
 José, como  padre Legítimo, concede a  Jesús  todos y cada uno de   los  derechos y obligaciones   de un hijo biológico,  incluido el derecho a adquirir  la genealogía paterna como propia. 





GRACIAS A LA PATERNIDAD SOLO LEGAL DE JOSE, JESÚS PUEDE SER EL MESIAS


De haber sido Jesús hijo natural de José, jamás podría haber sido el Mesías.

EL hecho de que Jesús no fuera hijo biológico de José no le invalidaba para ser el Mesías. Al contrario.  Sobre los  ascendentes paternos de José recaía   una Maldición de Dios en la que se le negaba a toda la estirpe de Jeconías, descendiente de Salomón, hijo del Rey David,  el puesto al trono: “Esto dice Yahvé: Inscribid a este hombre: «Estéril, un fracasado en la vida»; porque ninguno de su descendencia tendrá la suerte de sentarse en el trono de David y de ser jamás señor en Judá” (Jeremías 22,  30).


Puesto que  sobre los descendientes de Jeconias existía la maldición hecha por Dios que impedía acceder a cualquiera de sus descendientes al trono, el   Mesías tendría que derivar, por tanto, de otro de los hijos de David.   

 Jesús no lleva esa sangre maldita, pero  además de ser heredero al trono de manera legal, puesto que son los descendientes de Salomón los herederos legales al título real,  también debía llevar sangre real para poder ser el Mesías esperado. La respuesta nos la da Lucas con la genealogía de María.  Mientras la genealogía paterna hace referencia a los descendientes de Salomón, la de Lucas lo hace a través de Natán, libre de la maldición.






 
 



LOS OTROS HIJOS DE JOSÉ

En el Nuevo Testamento se hace mención a los hermanos y hermanas de Jesús:

  • Mateo 12, 46-47: "Todavía estaba hablando a la muchedumbre, cuando su madre y sus hermanos se presentaron fuera y trataban de hablar con él."
  • Marcos 6,  3-4: "¿No es éste el carpintero, el hijo de María y hermano de Santiago, José, Judas y Simón? ¿Y no están sus hermanas aquí entre nosotros?» Y se escandalizaban a causa de él".
  • Juan 7, 5-6: “Es que ni siquiera sus hermanos creían en él".
  • Hechos 1,14-15: “Todos ellos perseveraban en la oración, con un mismo espíritu en compañía de algunas mujeres, de María, la madre de Jesús, y de sus hermanos."
  • I Corintios 9,5-6: "¿No tenemos derecho a llevar con nosotros una mujer cristiana, como los demás apóstoles y los hermanos del Señor y Cefas?"

Mucho se ha hablado sobre ellos y existen varias hipótesis sobre el asunto:

1-      Los hijos eran fruto del anterior matrimonio de José
2-      Fueron engendrados por José y María después del nacimiento de Jesús, y por ser hijos biológicos de José continuarían con la maldición. 
3-      Eran parientes de Jesús ya que la palabra  "adelphos" es utilizada en el Antiguo Testamento para designar parentescos familiares como tío-sobrino (como en el caso de Abraham y su sobrino Lot).

Sea como fuere, en el caso de que fueran hijos de José,  éstos mantendrían la maldición dictada por Dios a los descendientes de Jeconias impidiéndoles el acceso al trono de David.


OTRO DILEMA
Ambas genealogías convergen en dos nombres: Salatiel y Zorobabel. Esto podría suponer un problema ya que podría indicar la unión de ambas genealogías mediante un matrimonio. De ser así, la maldición de una hubiera contaminado a la otra. Para resolver este conflicto existen varias hipótesis pero esas las pondrán leer en otro artículo.

Pequeña




jueves, 13 de diciembre de 2012

¿Existe el mal? ¡No tengo ni idea! ¿Y si fuera todo amor? ¡Menudo lío!

El mal y Dios van sumamente ligados. Todos los hombres se han preguntado en alguna ocasión por el origen del mal. Muchos de ellos, dejaron de creer en Dios por el dolor que vivieron en su propias carnes o que vieron a su alrededor.
Si Dios es Todo en cuanto a lugar y nosotros fuimos creados por Él, debimos ser creados en su propio interior. Y si Dios es Amor, todo lo que engendró tuvo que ser Amor. Entonces ¿Dónde surge el mal? ¿Lo creó Dios?
Han tratado de definirme el mal como la ausencia de Dios en el corazón de los hombres. Esta explicación, como creyente, no me convence. Afirmar que existen espacios en los que Dios se ausenta es decir que dentro del Todo existen vacios. Por lo tanto, Dios dejaría de ser TODO para convertirse en tan sólo una parte.
Convencida de que Dios es Todo, me veo en la obligación de buscar otra explicación. Si el Todo es AMOR y el amor es BIEN; el mal, tanto referido a estado como lugar, no puede existir, sencillamente porque no tiene un sitio donde residir.
Y sigo preguntando: ¿Dónde se origina el mal? En el libre albedrio, me contestan. Dios nos da la libertad para elegirle a Él o no, o lo que es lo mismo, nos da la libertad para elegir entre el bien y el mal. Pero esta respuesta tampoco me resuelve la duda. Si Dios, que ocupa todo, es amor, o lo que es lo mismo el bien ¿Entre que bien y mal voy a escoger? Si un árbol tiene peras, puedo dejarlas en el árbol, o comérmelas, pero no puedo escoger manzanas, porque no las hay. Por lo tanto, ¿Cómo voy a elegir lo que no existe?
Si Dios es Amor, todo lo creado por Él es Amor. Causa y efecto. Por lo tanto, todas las vibraciones energéticas en sus distintas frecuencias, desde las más bajas a las más altas, y desde lo invisible a lo no visible, deben estar constituidas en su esencia por Amor que se puede traducir en magnetismo. Porque el amor atrae al amor. Una atracción que se produce en todo cuanto existe y que funciona de igual manera en lo más ínfimo y en lo más ingente. Al igual que a nivel micro en un átomo los electrones son atraídos por el núcleo, a nivel macro, nuestro sistema solar es atraído por el sol, de manera que todo funciona siguiendo el mismo patrón y haciendo que exista una coherencia entre todo que le permita funcionar correctamente.

Si cada célula de nuestro cuerpo está organizada en base al amor, y por tanto esta “cualidad” es inherente al hombre ¿por qué existen las guerras, el hambre y un largo etc.? Es incoherente que el amor, tal y como debería ser, produzca ese daño. Entonces ¿qué ocurre? ¿Qué es lo que se me escapa? No logro entenderlo. Tan sólo se me ocurre una explicación.
Tal vez el libre albedrío deba consistir en otra cosa. Quizás el libre albedrio nos dé la libertad de poder experimentar, vivir y propagar ese Amor pero por el camino que nosotros escojamos y de la manera que deseemos.
¿Y si estuviéramos llamando mal a un amor mal proyectado y entendido pero que al fin y al cabo es amor? En el Antiguo Testamento se alude con frecuencia a que no se debe adorar a dioses de piedra y otros materiales físicos. En el Nuevo Testamento hace hincapié en que no se debe amar al templo sino a lo que hay dentro, o que no hay que amar las apariencias, como los fariseos, etc. Si lo trasladamos a hoy en día, Jesús se referiría al poder, la fama, el dinero, la apariencia…Pero todo hace referencia a un amor mal enfocado. Es un amor ofrecido hacia algo erróneo: “Yo amo el poder, Yo amo la fama, yo amo las riquezas, yo amo la perfección, etc. De hecho, Jesús viene a decirnos: No améis esto; amad esto otro. No améis así, amad de esta manera. Él viene a darnos el orden en que deberíamos amar. De hecho sus mandamientos principales son dos. EL primero: “Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todo tu ser”. Y el segundo: “Ama a tu prójimo como a ti mismo”. Jesús enseña constantemente hacia dónde debemos dirigir el amor y cómo hacerlo. Insiste en que el amor que todos llevamos dentro, debemos expandirlo primero a Dios y después a los demás. Pero ¿Qué ocurre si invertimos ese orden del amor?
Si invertimos ese orden, seguiremos amando, pero de manera equivocada. En primer lugar, nos amaremos a nosotros mismos más que al resto. Amaremos la fama, el poder, las apariencias y un largo etc. Y ese amor invertido, egoísta es el que lleva al hombre al caos. Si el amor, según lo establecido por Dios, es dar; indudablemente, el amor invertido o equivocado es recibir. Y es aquí donde empieza a producirse el desequilibrio entre los hombres. Unos tienen más, porque a otros les falta.

¿No podría ser precisamente este amor egoísta y centrado en uno mismo lo que conocemos como mal? Ese mal seguiría siendo amor, pero mal enfocado y proyectado.
 
Cuando hay guerras por conseguir el poder sobre otros, o para conseguir recursos de otros países ¿No es eso anteponer el amor a los bienes materiales ante las personas? ¿No es un amor mal proyectado, invertido, enfermo?
El mal es un amor sin sabiduría. Todos los hombres buscamos ser felices, Todos nos movemos por amor, pero en ocasiones buscamos y damos la felicidad que da el amor en el lugar equivocado. Sin sabiduría el amor se vuelve egoísta. Y el egoísmo provoca el caos.
Si esto fuera así, el mal, tal y como lo conocemos, sólo habría sido creado por el hombre.
Sólo sé que no sé nada.
Pequeña

¿Quién soy yo?

¿Quién soy yo? ¿Soy lo que digo? ¿Soy lo que hago? ¿Soy mis sentimientos? ¿Soy lo que pienso?

No soy mis palabras porque muchas veces mi boca dice cosas, mi mente piensa distinto y mi corazón siente diferente. Tampoco soy lo que hago porque si hiciera algo distinto seguiría siendo yo. Tampoco soy mis sentimientos que pueden cambiar de la noche a la mañana por las diferentes circunstancias. ¿Qu...
ién soy entonces?

Yo soy yo. Lo que siento, pienso o hago es una mera consecuencia de mi ser. Es gracias a que soy lo que me permite experimentar todo eso. ¡Simplemente soy! Todo lo demás es fruto de mis genes, de la educación que he recibido, de la cultura y sociedad en la que he nacido.

¡Simplemente soy! Pero… ¿Quién es ese soy, ese existo? Sí, soy un pedacito de ti revestida de carne, tiempo y mortalidad como el resto de lo creado. Sí, soy un pedacito de ti porque de tu pensamiento fui creada y por tu deseo vuelvo a ti. Porque de tus manos salí y antes de nacer te conocí, mi alma busca regresar para fundirse nuevamente en ti.

Sí. Yo soy yo. Una mota de agua de tu eterno e inmenso océano. No quiero ser gota de aceite que flote. No quiero sobresalir de ti. No quiero ser lo que no soy. No quiero creer que soy gota de aceite y perder mi identidad. ¿Qué hay más maravilloso que ser mota de agua en ese océano que eres tú? ¡Qué pequeños y que insignificantes somos y a la vez tan grandes!

Ayúdame a ser agua limpia. Ayúdame para no convertirme en aceite. Y si alguna vez lo hago, vuelve a limpiarme una y otra vez. ¡Cuida de todas y cada una de las gotas de tu océano!

Pequeña